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lunes, 23 de febrero de 2009

LA INFORMACION - por Antonia Heredia


Tomado de la Revista Profesionales de la Información- Revista Internacional Científica y Profesional. ISSN 1386 6710


Casi todo, hoy, es información, o al menos, casi todo se liga con ella, llegando a veces a la identificación. El poder, la gestión, la ciencia.
La información alucina y, al ser el vehículo de su transmisión los instrumentos resultados de las nuevas tecnologías, su fascinación alcanza las cotas más altas, convirtiéndose en producto de elevada estima.
La información se alza como protagonista en una sociedad que se apresura en llegar al año 2.000 dando incluso nombre a la era que nos ha tocado vivir.
Está constituida por muchas células que son los datos; y de la agrupación de éstos, que tienen calidades y temporalidad distintas, nacerá la diversidad de matices y de vertientes de la misma.
Hay una información que es flor de un día. Con una vida inmaterial muy corta. Tan breve que concluye nada más difundirse. Es novedosa y por lo tanto atractiva. Invita a su acercamiento y a su conocimiento. Se genera en cualquier ámbito de la sociedad, pero hay que rastrearla y servirla de inmediato, a sabiendas de que desde ese mismo instante empieza a perder su encanto y su aroma.
Esta información es producto que se busca, que se descubre, que se compra, que se vende, que se subasta, que se potencia e, incluso que se manipula. Su tratamiento corre a cargo de unos profesionales que han hecho de ella su bandera y su denominación, y cuyo objetivo es dinamizarla sin límite alguno.
Pero hay otra información que exige una acotación científica, o al menos administrativa, en su generación. Su gestación precisa de un tiempo mayor y su plasmación exige soportes tangibles que la materialicen. De aquí que sea menos volátil y no se acabe nada más tocarla. Hay también que buscarla y difundirla a partir de un tratamiento que determina unos profesionales distintos de los anteriores.
Pero tampoco en esta dimensión la información se hace una, porque la documentación que es su marco no es una sola.
La génesis de los datos que conforman la documentación marcará su naturaleza, su finalidad y exigirán siempre la difusión, pero su grado de dinamización deberá alcanzar distintos niveles de impulso. La actualidad, así, cobrará, según los casos, dimensión de factor determinante, de tal manera que será preceptiva en un sector, mientras que en otro, al no estar sujeta al pasado ni al futuro, se mantendrá siempre vigente. La doble acepción que esto implica a la documentación en general obliga, como consecuencia, a dos formas de tratamiento de la información que han de tener presente dicha dualidad.
El uso, sin embargo, de una terminología única, Documentación, dificulta la comprensión de ambas realidades.
Nace así mi preocupación ante la orden que crea la Licenciatura en Documentación (BOE de 13 de enero de 1992) que tendrá su garantía en los planes de estudio que se aprueben en las distintas facultades universitarias, pero que, ya, desde los criterios establecidos en el decreto de 17 de julio de 1992 (BOE 27 de agosto de 1992), sin embargo, no habrán de contemplar más que una de las realidades a las que había hecho referencia.
La preocupación va del temor al miedo y se agranda al triplicarse: ya, porque la elaboración de los programas corra a cargo de profesorado universitario ajeno profesionalmente a la Documentación; ya, porque queda fuera de aquellos criterios la dimensión archivística; ya, porque quizá se arbitren soluciones que contemplen a los archivos en situación de desigualdad.
El equilibrio está roto. Los archiveros, hijos de un Dios menor, han quedado fuera. Difícilmente puedo hacer mío el gozo que proclama el manifiesto de la Federación Española de Sociedades de Archivística, Biblioteconomía y Documentación (Fesabid).

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